¿Es el buenismo el peor enemigo de los ODS?

¿Es el buenismo el peor enemigo de los ODS?

Cuatro años después de su firma, los compromisos de la Agenda 2030 han pasado de ser terreno exclusivo de activistas y organizaciones: expertos como Jeffrey Sachs ya advierten a las empresas de que aquellas que no apoyen los ODS tendrán serios problemas de rentabilidad. ¿Qué riesgo existe de que se utilicen como mera cosmética?

El pasado 25 de septiembre se cumplieron 4 años de la histórica cumbre de la ONU, celebrada en su sede de Nueva York, en la que nada menos que 193 países suscribieron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), engarzados en cinco áreas fundamentales: las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y la asociación. La propuesta se plasmó en una ambiciosa agenda de desarrollo sostenible que situaba la línea de llegada en el año 2030. La fecha marcaba un horizonte suficientemente amplio para dejar margen a la acción planificada y estructurada de los agentes implicados en obtener resultados palpables, pero también permitía un incómodo espacio para el escepticismo que inevitablemente acompaña a los nobles propósitos cuando son proyectados tan a largo plazo.

Afortunadamente (o no, según se mire) el tiempo vuela y sirve, entre otras cosas, para discernir entre quienes afrontaron aquella declaración como un compromiso en firme y quienes se la tomaron como una gran patada hacia adelante propinada a un balón de rugby –yardas ganadas y ya veremos–. El horizonte temporal de quince años se ha visto reducido a once, que en cuanto crucemos la barrera de 2020 ya serán diez. Ahí comenzarán los nervios para los que hayan sido malos estudiantes. Y, a juzgar por los escasos avances que el mundo ha experimentando en esta primera legislatura de los ODS, son muchos: existen multitud de frentes abiertos que dejan en evidencia la ineficacia de las naciones a la hora de abordar problemas vinculados al medio ambiente, la contaminación, la sostenibilidad, la igualdad o la pobreza. El objetivo de no dejar a nadie atrás no parece más cercano hoy que hace cuatro años.

¿O sí? Uno de los avances significativos en relación a los ODS a lo largo de este periodo ha sido la ampliación del nivel de interlocución entre todos los actores implicados en su cumplimiento. En pocos años los objetivos sostenibles han pasado de ser temática manejada casi en exclusiva por activistas y oenegés a entrar de lleno en la agenda de gobiernos y grandes corporaciones. La presión mediática, un paulatino viraje de la sensibilidad social hacia los postulados de la RSC y mayores niveles de exigencia en cuanto a transparencia corporativa han obrado el milagro.

 Según Canvas y CE, el 94% de los directivos consultados ve como una oportunidad que sus empresas se posicionaran en temas sociales o medioambientales

Expertos como el estadounidense Jeffrey Sachs ya advierten a las empresas de que aquellas que no apoyen los ODS tendrán serios problemas de rentabilidad. De hecho, las llamadas «marcas activistas» ya son tendencia. El estudio Aproaching the Future 2019, elaborado por la consultora española Canvas junto a Corporate Excellence, revelaba que el 94% de los directivos consultados veía como una oportunidad el hecho de que sus empresas se posicionaran en temas sociales o medioambientales. Hasta la todopoderosa Business Roundtable –organización que aglutina a los presidentes de 181 de las mayores compañías estadounidenses–, revolucionaba recientemente las bases del capitalismo al cambiar el sacrosanto culto a los beneficios de sus accionistas por un propósito más extenso que albergara los intereses de otros stakeholders como empleados, clientes o las comunidades en las que operan.

Pero no descorchemos todavía las botellas de champán. Como suele suceder con las tendencias, existe el peligro de que se queden en mera operación de maquillaje. Cosmética buenista para aplacar conciencias, desviar atenciones y contentar a los inversores. Y, ya de paso, para llenarse la boca de delicias ODS. De hecho, el mantra de los valores y del liderazgo ejemplar ha entrado en los discursos de CEOs y líderes empresariales con una potencia que no se conocía desde los tiempos en que comenzaron a hablar de transformación digital e innovación.  Nada que objetar, siempre que no se quede solo en las presentaciones de PowerPoint y en los titulares de prensa. Porque las buenas intenciones sin acciones que las sustenten se quedan en el horizonte. Y para saber eso no es necesario esperar al 2030.

Font: www.ethic.es

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